Cuando se piensa en tecnología y bienestar una de las primeras imágenes que se generan son las aplicaciones para establecer y cumplir objetivos de salud. O quizá estés volteando la mirada hacia el Fitbit que tienes en la muñeca.
Técnicamente, esto es parte de esa categoría creciente que se conoce como ‘tecnología del bienestar’. Según cifras a nivel global, una persona pasa -en promedio- un total de seis horas y 55 minutos al día mirando una pantalla. ¿En realidad eso es positivo para la salud?
El reporte The Future of Wellness 2002, de Global Wellness Trends, destaca una gran oportunidad para reajustar nuestros hábitos tecnológicos, para que bienestar y tecnología sean una mancuerna más saludable; una que no signifique -necesariamente- descargar otra aplicación o comprar otro dispositivo portátil para aspirar a ser una persona sana.
De acuerdo con este reporte, estamos más involucrados con la tecnología que nunca. No es difícil entender por qué, sí, por un lado, la pandemia impulsó el trabajo, la escuela, los eventos sociales y hasta las clases de gimnasia en línea y, por otro, la tecnología se ha vuelto demasiado fácil de usar. La obsesión por hacer que las cosas sean fáciles de resolver nos ha vuelto adictos, pues en un solo clic tenemos todo: reproducción automática, noticias, compras, etc.
Por citar un caso, TikTok recibió más tráfico que Google durante 2021. "Hemos hecho un mundo de aplicaciones que trabajan con 'lo menos que puedes hacer' y ello está afectando la salud mental de las personas", dice Jenna Bilotta, ex gerente de diseño de Google.
La motivación de todo esto es el dinero. Cuanto más tiempo pasamos desplazándonos por ellas, más anuncios se publican, más datos se recopilan y más dinero fluye hacia los bolsillos de las grandes empresas tecnológicas. Sin embargo, esto al parecer está cambiando, ya que conforme se van conociendo los daños a la salud que ocasiona la tecnología, muchos gobiernos han empezado a tomar medidas más enérgicas contra los gigantes tecnológicos.
Mirar una pantalla todo el día no es positivo para nuestra salud. Aunque todos dan por hecho esta aseveración, cada vez hay más evidencias al respecto. Un estudio de 2021, realizado por investigadores y expertos en salud ocular de Singapur, Australia, China y Reino Unido, encontró que altos niveles de tiempo de pantalla de los dispositivos inteligentes están asociados con un riesgo 30% mayor de presentar miopía. Además, cuando se combina con el uso excesivo de computadoras, ese riesgo aumenta a 80%.
Otro problema es la luz azul que emiten los dispositivos. Un estudio reciente de la Escuela de Medicina de Harvard confirmó que este tiempo de iluminación interrumpe el ritmo circadiano, lo que significa tener menos horas de sueño y un mayor riesgo de presentar depresión, diabetes y problemas cardiovasculares.
Otra situación de cuidado es el tipo de contenido que consumimos, particularmente cuando se trata de jóvenes. El Wall Street Journal informó que los médicos de todo el mundo han notado un aumento de tics (movimientos físicos bruscos y arrebatos verbales) en los adolescentes desde el comienzo de la pandemia. Después de combinar su investigación, expertos en pediatría descubrieron que todos estos adolescentes tenían algo en común: habían estado viendo ciertos videos en TikTok. La solución fue tomar terapia cognitiva conductual y mantenerse alejado de esta aplicación durante varias semanas.
Finalmente están los “Facebook Papers”. La ex científica de datos, Frances Haugen, filtró documentos internos en octubre de 2021, en donde se encontraron datos alarmantes, destacando que Instagram “empeoraba la imagen corporal de una de cada tres adolescentes”. Asimismo, las propias adolescentes culpaban a esta red por el aumento en las tasas de ansiedad y depresión. Una presentación mostró, incluso, que el 13% de los usuarios en el Reino Unido y el 6% de los usuarios en los Estados Unidos reportaron haber tenido pensamientos suicidas que comenzaron en Instagram.
Si la tecnología no nos está haciendo bien, ¿cómo lo arreglamos? Para muchos la respuesta es con más tecnología. Dopavision, con sede en Berlín, busca contrarrestar los efectos negativos del tiempo frente a la pantalla con una aplicación de juegos para niños, la cual utiliza señales de luz para no afectar el globo ocular. En contraste, esto requiere pasar aún más tiempo mirando una pantalla.
Las nuevas tecnologías que buscan resolver los problemas causados por la propia tecnología están creciendo. Sin embargo, ¿son necesarias todas estas "soluciones" si realmente nos enfocamos en la raíz del problema, que es el uso excesivo de tecnología? ¿Qué pasaría si en lugar de distraer a nuestros hijos con más pantallas, simplemente los alentamos a que cuiden sus ojos jugando afuera?
Ahí es donde entra en juego el bienestar tecnológico: uno que no solo remedie el costo de la tecnología en nuestra salud mental y física, sino uno que ponga la salud en el centro del cómo –y con qué frecuencia– nos estaremos relacionando con la tecnología a largo plazo.
Aunque otros países aún no han llevado regulaciones tan estrictas como el caso de China, seguramente están muy al pendiente de lo que ya se está haciendo para replicarlo. En tanto, las empresas de tecnología han empezado a tratar de limpiar su imagen antes de que las restricciones las alcancen. 2021 fue el año de “regular o ser regulado”.
Otro de los temas candentes entre las redes sociales hoy día es el algoritmo de búsqueda y clasificación. A lo largo de los años, las plataformas han sido criticadas por dar prioridad al contenido controvertido que alimenta la polarización y que, por tanto, daña la salud mental. Esto lo han confirmado los “Facebook Papers”, que revelaron que, a partir de 2017, el algoritmo de la plataforma calificó la reacción de emoji "enojado" como cinco veces más valiosa que los "me gusta".
La lógica detrás de esto es que la ira tiende a provocar una reacción más emocional, y esto hace que las personas estén más enganchadas y, en consecuencia, Facebook gana más. No obstante, todo indica que esa estrategia está a punto de desaparecer. De hecho, en marzo del año pasado, Facebook introdujo nuevas características al servicio que otorgaron a los usuarios un mayor control de su sección de noticias, incluida la opción de desactivar el algoritmo de búsqueda y poder ver las publicaciones en el orden que fueron posteadas. Y ya también se está implementando una opción similar en Instagram. A partir de la primera mitad de este año, Instagram dará a los usuarios tres opciones diferentes para sus feeds, incluida una que es cronológica.
Por otro lado, el tema del acoso en redes sociales está recibiendo más atención. En abril de 2021 Instagram lanzó una herramienta que filtra automáticamente los mensajes directos que contienen palabras, frases y emojis ofensivos. A ello le siguieron otras actualizaciones contra el discurso de odio.
YouTube, por su parte, hizo lo mismo cuando ocultó la cantidad de "no me gusta" en un video. El gigante de los videos dijo que con este cambio los usuarios más pequeños estarían siendo protegidos al promover interacciones respetuosas entre los espectadores y los creadores.
Una tercera forma en que las plataformas pretenden reescribir sus errores es regulando el contenido en sí. En julio de 2021, Pinterest unió fuerzas con la Asociación Nacional de Trastornos de la Alimentación para prohibir todos los anuncios con lenguaje o imágenes relacionadas con la pérdida de peso, lo cual es un paso significativo para darle prioridad a la salud mental sobre los ingresos publicitarios, en un año en el que las marcas de este tipo de productos gastaron un 89% más en publicidad en comparación con a 2020.
De manera similar, Instagram ahora permite a sus usuarios limitar contenido sensible, Facebook ha prohibido a los anunciantes dirigirse a menores y YouTube ha bloqueado todo el contenido antivacunas.
La última forma, y tal vez la más efectiva, en que las plataformas se autorregulan es limitando la cantidad de tiempo que los usuarios pasan en sus aplicaciones. China ya está dando los primeros pasos contra la adicción a la tecnología y seguramente muchos seguirán el ejemplo.
A menos de un mes de que se anunciaran las regulaciones de algoritmos de China, Douyin, la versión china de TikTok, restringió el uso de sus aplicación a los usuarios menores de 14 años a un máximo de 40 minutos al día, entre las 6 de la mañana y las 10 de la noche. En octubre pasado, la plataforma introdujo “pausas que no se pueden saltar”, lo que significa que cuando los usuarios hayan estado en la app durante demasiado tiempo, su flujo interminable de videos se verá interrumpido por una pausa de cinco segundos que busca que los alentará a “dejar el teléfono”, “irse a la cama” o les recordará que “hay que trabajar mañana”.
Con todas estas acción, lo que se prevé a futuro es que trataremos nuestro ‘consumo de tecnología’ como lo hacemos con nuestra ‘ingesta de alimentos’, buscando tener más cuidado respecto a cómo podría afectar a nuestra mente, cuerpo, emociones y bienestar general.
La startup AeBeZe Labs llama a esto ‘Nutrición Digital’, y ya está buscando las herramientas para comprender mejor el "valor nutricional" del contenido que se consume, midiendo su impacto en los niveles de serotonina, endorfinas, concentración, imaginación y más.
Su objetivo es ayudar a las personas a tomar decisiones digitales más inteligentes y saludables, lo que, según su fundador y director ejecutivo, Michael Moskowitz, debería comenzar con un etiquetado universal.
Para que un concepto de este tipo tenga éxito se requiere de un nuevo tipo de colaboración entre la industria de la tecnología y la industria del bienestar. Y ese es exactamente el punto en el que se deben centrar la conversación. Es fundamental que la industria del bienestar tenga un papel protagónico en la configuración del futuro de la tecnología.
Esto es tanto como imaginar que los diseñadores de apps y dispositivos trabajen de la mano de psicólogos para desarrollar plataformas que pusieran a la salud mental por encima de todo, desde el principio. O que las empresas de tecnología consultarán a los médicos para desarrollar “el mejor teléfono inteligente para ti”, aquel que minimizara la fatiga visual, el dolor de cuello por estar texteando por un largo periodo y que, además, te hiciera cumplir los límites diarios.
¿Qué tal si los principales expertos en salud desarrollaran estándares universales de bienestar para la tecnología, creando un nuevo sello de aprobación para el consumidor? ¿Y si hubiera clínicas que trataran la adicción a las redes sociales de la misma manera que se trata la adicción a la nicotina?
Estos son el tipo de preguntas que deberíamos hacernos ya, antes de cegarnos por los llamativos dispositivos del futuro, apresurarnos a descargar la última aplicación o quedar impactados con los titulares sobre el metaverso.
Aunque las compañías tecnológicas más grandes del mundo ya están compitiendo para construir un mundo en el que interactuemos a través de auriculares de realidad virtual y gafas de realidad aumentada, hay que hacer una pausa, cuestionar y poner la salud en primer lugar; solamente así podremos crear un mundo mejor, donde el bienestar tecnológico se encuentra justo al lado de una alimentación correcta, la actividad física y la atención plena.